miércoles, 28 de octubre de 2009

Aún se aprende... actualizado

Para las pocas personas que siguen este blog, este cuento se quedó incompleto, si ya lo leíste, la actualización va desde las letras azules hacia adelante y si no lo haz leído... bueno si no tienes nada que hacer checalo y si no te gusta avísame o si te gusta también.

Un reparto de razón respondieron algunos y otros lo dieron por dado aun cuando la suerte jugó con el sentido, y entonces dijeron: Tiempo; y las estrellas y los soles completaron el drama así terminaron pidiendo un corazón y la expresión de la obra se tornaba ambigua, al fondo un anciano susurró: vida, necesitamos conservar la vida, necesitamos alimentarla, darle cariño, acercarla al fuego, ofrecerle una taza de café, un jarro de atole, darle una cobija. Un niño le preguntó al anciano ¿Y señor, dónde agarro a la vida? El anciano entendió que había que cobijar al niño, darle atole, una cobija, enseñarle a hacer el fuego y dejarlo crecer.
El fuego se acercaba al niño y las cobijas pesaban mucho, sembrar la tierra lo hacia fuerte y lo hacia llorar, el niño aprendió del anciano que la tierra se enchina cuando va a llover, que los campos descansan, el anciano conoció la humildad, la paciencia, la perseveranza, el niño hacia feliz al anciano.
Un día el anciano murió; el niño lo regresó a la tierra, lo entregó, y entonces pidió razón, pidió que el corazón callara y las estrellas se detuvieran, el niño se cobijó y se acercó al fuego con una taza de café negro, el niño lloró y un amargo sabor recorría sus entrañas, recordó el campo y al maestro y entonces el niño entendió que tal vez el agrio sabor del miedo y del abandono, de las despedidas y decepciones y el agrio sabor del dolor no eran el lado oscuro de la vida.
La tierra le había enseñado, la tierra es sabia había dicho el anciano, y tenia razón. El niño se había lastimado las manos en el arado, espinado en las malas hierbas, se había quemado al sol y contrario a lo que creía: también el frió quemaba, los pies arden en las piedras frías como la espalda arde al sol a medio día. Así aprendió a sembrar, así también aprendió que el maestro no enseña, solo la vida enseña y enseña una vida a la vez, una sonrisa a la vez, una esperanza, un desamor, también enseña el olvido y la añoranza, enseña el amor y que cuando éste no se aprende se odia.
El campo era la vida del niño y tenia su propia forma de enseñar, enseña que una cosa está antes que la otra y que para que una pase, antes tenia que trabajar y aún para trabajar con ganas teníamos que aprender no sólo a ganar sino también a equivocarse y por tanto fracasar.
El fracaso de buena gana es como cuando plantas un árbol y de un lado le tapan el sol -fíjate bien le decía al niño- el árbol se inclina para buscarlo y de repente alguien construye su casita y le tapa también el otro lado el sol. No por eso va a dejar de buscar el sol, al contrario, va a crecer, si tu quieres chueco pero crece, así como crece el árbol es la historia de la gente, uno intenta hacer algo y a veces la suerte no ayuda y crece medio chueco, el pasado no se va y nos acompaña mientras enseña o a veces mientras se siente. No todo enseña hijo, a veces sirve, a veces se siente y a veces todas juntas, pero a veces, de ves en cuando...
continuara

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