domingo, 8 de noviembre de 2020

Ruido, ruido, ruido.

Si bien todo lo que tiene sentido se puede entender y todo lo que se puede entender se puede experimentar con sentido: ¿por qué todo lo que entendemos no parece tener sentido cuando lo expresamos?

¿Es acaso que nos falta lenguaje o nos falta pensamiento?

Mente clara, en paz, congruente consigo misma es lo necesario para vivir bien. Y Freud dijo: cuando uno habla consigo mismo ¿quién es quien habla y quien escucha?

En los recovecos de nuestra mente donde aparecen las emociones, las sensaciones, los recuerdos, imágenes y donde nuestra imaginación construye en el aire complejos mundos con significados únicos, inaccesibles al otro, porque el otro tiene sus propias historias, sanciones, sentidos y mundos propios e inaccesibles para mi. Así es esto de pensar cuando tu mente corre mas rápido que tu, como un galgo y un conejo mecánico que tiene un camino trazado, cíclico, repetitivo y que es veloz, muy veloz, tan veloz que el galgo no nota que es el mismo camino, que tiene reglas y que se cumplen una y otra vez. Si el galgo se detuviera no tendría que alcanzar al conejo, lo atraparía en la siguiente vuelta.

Y así pueden ser nuestros pensamientos, tienen reglas, igual que nuestras emociones, creencias e incluso nuestra imaginación: son cíclicas y si te detienes y observas encontraras el ciclo y lo detendrás, porque tu te detuviste, el conejo solo corre porque el galgo va detrás. 

Pero la impaciencia, la desesperada carrera contra uno mismo, la sensación de control si haces caso de lo que sientes, piensas, imaginas y luego supones, supones en grande y no entiendes que tu mente va mas rápido repitiendo una y otra vez el ciclo por eso puede ir mas rápido porque repite una y otra ves algo que no quieres ver porque vas corriendo detrás de las reglas. Experimento, asimilo, pienso, supongo, resuelvo y actúo, ese es el ciclo, hasta que lo esperes, ese es tu destino. Detente, déjalo ganar esta vuelta y tal vez la otra, y la otra, y la otra, hasta que te vea de lejos y se le acabe la fuerza del fugas empujón de tener la razón. Porque tener la razón, si o si tener la razón, aun cuando las reglas digan otra cosa, aun cuando tu mismo haces otra cosa, la necesidad de tener que correr con el impulso de la suposición se acaba si te detienes. Y se acaba el ruido, la saturación de sensaciones de viento, de la velocidad, del cansancio, del lodo, la visión borrosa, la falta de aire por el cansancio de correr, se vuelve silencio si te detienes, si esperas y esperas largo, profundo y a conciencia, si te vuelves uno contigo mismo. Porque el conejo y tú son el mismo.