jueves, 5 de agosto de 2010

Historia y contexto...

En la actualidad como resultado de la globalización en que nos encontramos inmersos somos testigos de la desvinculación del hombre con su historia y por lo tanto con la pérdida de su identidad.

Este sistema globalizador parece funcionar casi por inercia, rompiendo los vínculos y conflictos necesarios entre culturas; sus creencias, costumbres, religiones o posición política son en general identidades accesorias, es decir que se puede ser cristiano, católico, mormón, otomí, mexicano, peruano, chino, etc. Y sin embargo consumir el mismo producto o compartir las mismas costumbres de consumo por ejemplo.

Mientras nuestro mundo se hace cada vez mas ferviente de la religión de la técnica (donde si algo puede hacerse entonces debemos hacerlo; si algo puede saberse debemos investigarlo) el pasado como la actividad humana que nos ha traído aquí resulta una curiosidad, un dato coqueto, romántico; perdida entre cuentos infantiles la historia de nuestro país se transforma en un dato arenoso que el viento globalizador desmorona sin la menor vacilación.

Reconocer nuestra historia es más que un discurso político (demagógico) y más que un bonito sueño de unidad. La necesidad de consolidar el presente y reconocerlo como una consecuencia siempre dinámica en la que no solo somos el producto de hechos pasados sino que aun vivimos historia, formamos historia y transformamos la historia, hace falta reconocer ese eslabón entre el pasado y el presente que nos abre los ojos a nuestro propio origen, que en el sentido mas útil revela nuestros errores y nuestras glorias; y en el sentido mas humano nos recuerda que somos un pueblo como cada pueblo; un pueblo que ha crecido y luchado, que a sido sofocado y que hoy en día no parece poder enfrentar a la ya aldea global.

Para reaccionar a este complejo tejido hacen falta muchas propuestas, muchas críticas y mucha voluntad. Hacer caso omiso de nuestra realidad seria, para decirlo de la manera más amable: irresponsable.

Sin embargo querer rasgar el tejido de la globalización con poco más que buenas intenciones es, para decirlo de la manera más amable: fantasioso.

Las humanidades como ciencia o disciplina buscan de mil maneras conciliar al hombre con su realidad, esto nos lleva (como pedagogos) a intervenir en el contexto global. Pero intervenir en este sentido no como transgredir al ser humano, el sentido que aquí toma intervenir implica buscar la manera de transformar la realidad en miras de una condición mas acorde al problema humano, es decir intervenir buscando hacer al humano mas humano; en el sentido que aquí nos ocupa el pasado y el presente carecen de un vinculo y aun mas se busca que este vinculo desaparezca, esto en muchos sentidos es una agresión hacia el humano partiendo de su identidad, de su cultura, etc., es por tanto necesario buscar que dicho vinculo se forme.

Las sociedades como maquinas de inmortalidad crean mecanismos que nos recuerdan de dónde venimos; los monumentos, las celebraciones, etc. Traen consigo la memoria del pasado.

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