sábado, 12 de diciembre de 2009

Hablando de ¿nosotros? segunda parte.

Y seguimos


El individuo narcisista no toma necesariamente toda su persona como objeto de su narcisismo. Frecuentemente enfoca su narcisismo sobre un aspecto parcial de su personalidad; por ejemplo, su honor, su inteligencia, sus proezas físicas, su ingenio, su buen aspecto (en ocasiones constreñido a detalles como el pelo o la nariz). A veces su narcisismo se refiere a cualidades de que normalmente no se enorgullecería una persona, como su capacidad para sen­tir miedo y, en consecuencia, para prever el peligro. "Él" se identifica con un aspecto parcial de sí mismo. Si preguntamos quién es "él", la respuesta adecuada sería que "él" es su cerebro, su fama, su riqueza, su pene, su conciencia, y así sucesivamente. Todos los ídolos de las diferentes religiones repre­sentan otros tantos aspectos parciales del hombre. En el individuo narcisista, el objeto de su narcisismo es cualquiera de las cualidades parciales que para él constituyen su yo. El individuo cuyo yo está repre­sentado por su propiedad puede recibir bien una amenaza a su dignidad, pero una amenaza a sus pertenencias es como una amenaza a su vida. Por otra parte, para el individuo cuyo yo está representado por su inteligencia, el hecho de haber dicho algo estúpido es tan doloroso, que puede tener por consecuencia un estado grave de depresión. Pero cuando más intenso es el narcisismo, menos aceptará el individuo narcisista el hecho del fracaso por su par­te, o cualquier crítica legítima de los demás. Se sen­tirá ultrajado por la conducta insultante de la otra persona, o creerá que la otra persona es demasiado sensible, ineducada, etc., para formar juicio ade­cuado. (Recuerdo, a este respecto, un individuo brillante pero muy narcisista que, ante los resulta­dos de una prueba de Rorschach a que se había sometido y que estaban muy lejos del concepto ideal que tenía de sí mismo, dijo: "Lo siento por el psi­cólogo que hizo esta prueba; debe ser muy paranoide".)

Tenemos que mencionar ahora otro factor que complica el fenómeno del narcisismo. Así como la persona narcisista hizo del concepto que tiene de sí misma el objeto de su adhesión narcisista, hace lo mismo con todo lo que se relaciona con ella. Sus ideas, su sabiduría, su casa, pero también la gente comprendida en su "esfera de interés", se convierten en objetos de su adhesión fetichista. Como dijo Freud, el ejemplo más frecuente es probablemente la adhesión narcisista a los hijos propios. Muchos padres creen que sus hijos son los más bellos, los más inteligentes, etc., por comparación con otros niños. Parece que cuanto menores son los hijos, más intenso es este sesgo narcisista. El amor de los pa­dres, y en especial el amor de la madre por el niño, es en medida considerable amor al niño como ampliación de uno mismo. El amor adulto entre hombre y mujer también tiene con frecuencia una calidad narcisista. El hombre enamorado de una mu­jer puede transferirle a ella su narcisismo, una vez que ella llegó a ser "suya". La admira y la adora por cualidades de que él la ha investido; precisa­mente porque ella forma parte de él, se convierte en portadora de cualidades extraordinarias. Un individuo así también pensará con frecuencia que to­das las cosas que posee son extraordinariamente maravillosas y se "enamorará" de ellas.

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