lunes, 26 de julio de 2010

La era digital y los nuevos problemas de los historiadores

Algunos de los niños de hoy crecerán para ser presidentes, luminarias artísticas o criminales notorios. A un siglo después de ahora, mucho después de que sus obras más destacables hayan terminado, los historiadores y biógrafos tratará de documentar su vida y su época. Y gracias al intercambio de escritos en los registros digitales, los estudiosos de un pasado futuro se enfrentarán a un reto muy diferente del trabajo que hacen los académicos contemporáneos.

A través de Twitter, Facebook y del correo electrónico, un niño en 2010, a lo largo de su vida, produce un cuerpo de escritura que empequeñece a los más prolíficos, como John Adams y Thomas Jefferson. Este volumen desplazará los problemas de investigación histórica de recuperación arqueológica de textos raros y cartas, al proceso de tamizado de vastos campos de la información digital que se tejen a través de las grises áreas legales de la propiedad corporativa y privada.

"El problema al nos enfrentamos no es la pérdida de alfabetización, o el final de la electricidad, sino la excesiva información", dijo John Unsworth, decano de la Biblioteca de la Universidad de Illinois. "El problema es la abundancia, no la escasez, donde hay que centrarse. Hay muy pocas cosas que en estos días no se registren. El gran problema que vamos a tener es «Sé que está ahí en alguna parte, pero ¿dónde?»”

La grabación de datos

Escribir sobrevive a través de los siglos, ya sea mediante la inscripción en un soporte duradero como en una piedra o el cuero de animales, o porque una proliferación concienzuda favorece que una copia de un texto persista a través del tiempo, señaló Unsworth. Aunque los correos electrónicos y los artículos de un blog no estén grabados en piedra, se propagan con mayor facilidad y cantidad que por cualquier otro medio en la historia humana, casi todo menos asegurar su supervivencia para el descubrimiento de futuros historiadores.

“La mejor esperanza de supervivencia de la información digital es su notable capacidad de proliferación. Incluso un simple mensaje de correo electrónico deja copias y huellas de sí mismo en docenas de servidores, creando una camino a través de Internet de uno a otro", dijo Matthew Kirschenbaum, director asociado del Instituto de Tecnología de las Humanidades en la Universidad de Maryland.

"Añada el potencial de copias de seguridad de cada sitio, y empezarás a ver a qué me refiero. Una vez que la información está en la Web ya es casi imposible de borrar por completo. "

A pesar de que los vídeos de YouTube y los mensajes instantáneos parecen más efímeros que los manuscritos iluminados o las tallas en piedra, casi todos los bits de información que sobrevuelan Internet quedan guardados en alguna parte, y por alguien, destacó Howard Rosenbaum, profesor asociado de ciencias de la información en la Universidad de Indiana.

"Cuando empezó Gmail, la gente no leía su acuerdo de usuario final, y se sorprendieron al darse cuenta de que si dejaban Gmail, Google todavía guardaba sus correos electrónicos", apuntó Rosenbaum. "Ebay ha guardado todas las transacciones que hayan sucedido alguna vez. Lo guardan todo".

Además de las compañías e individuos que preservan la información digital, las instituciones también se han dedicado a salvar el inmenso volumen de información en Internet.

El Internet Archive, fundada sin ánimo de lucro en 1996, ha guardado casi todas las versiones de cada página web accesible públicamente desde su fundación, señaló Unsworth. Del igual modo, la Biblioteca del Congreso se ha unido a Twitter para guardar cada Tweet.

Con tanto material guardado en tantos lugares, el problema para los historiadores del futuro será cambiar la búsqueda de textos raros por la exploración en esos inmensos almacenes digitales.

"Vamos a necesitar estrategias especiales para lidiar con tamaño granero de información, y tendrá que ser computacional", añadió Unsworth. "El historiador del futuro tendrá que hacer auténtica minería de datos."

Resolviendo el problema de la abundancia

Desde el año pasado, el Archivo de Internet ha recogido datos a una velocidad de 3 Terabytes por día. Para hacerse una idea, el total de la Biblioteca del Congreso, la biblioteca más grande del mundo, se eleva a unos 20 Terabytes, según datos de la misma Biblioteca.

Twitter declara procesar unos 50 millones tweets al día. A unos 140 caracteres por Tweet, supone una masa de letras de casi 1.400 veces el tamaño de las obras completas de William Shakespeare, pero cada 24 horas.

Para encontrar el material que quieren estudiar, los historiadores del futuro tendrán que desarrollar programas de ordenador que puedan identificar la información relevante, dado un interés particular, entre el ruido de una ingente masa casi ilimitada de datos.

Los programas que pueden separar un texto pertinente del texto inútil ya existen, parecidos al software que utilizan las compañías de tarjetas de crédito para supervisar las cuentas con un comportamiento sospechoso, comentaba Kirschenbaum. Por cierto, algunos historiadores ya han comenzado a utilizar esta tecnología.

Y si los historiadores pueden aprender a luchar con los grandes conjuntos de datos, podría surgir un nuevo campo de análisis de la historia, dijo Rosenbaum. Con tal cantidad de gente alfabetizada, y una producción tan grande de escritura, los historiadores podrían construir historias sociales, al contrario de la narrativa centrada en los grandes hombres, algo como nunca antes se había hecho. "En lugar de enfocar en lo individual, esta base de datos permitirá a los historiadores hacer un perfil de toda una población a través del tiempo."

Sin embargo, antes de todo ello, primero deben obtener los mensajes de correo electrónico. Porque los datos pertenecen a las empresas que controlan el correo electrónico o un programa de red social, y los historiadores podrían encontrar dificultades para acceder a estos datos.
"En mi opinión, el mayor desafío para los investigadores del futuro no va a ser la tecnología, sino el ámbito jurídico y social", concluyó Kirschenbaum.

Las empresas y la historia

En el pasado, las comunicaciones personales, por ejemplo las cartas, pertenecían exclusivamente a las personas que las enviaban o las recibían. Figuras cívicas destacadas, a menudo donaban sus trabajos a las universidades o los museos, mientras que los miembros supervivientes de la familia de la otra gente famosa garantizaban el acceso de los historiadores a la correspondencia sus parientes.

Pero en nuestra era digital, los correos electrónicos y los mensajes de texto pertenecen tanto a la empresa propietaria de las comunicaciones como a los corresponsales.

"Todos los distintos servicios en línea tiene sus propios “términos de servicio”, y esto pueden hacer difícil, casi imposible, que las personas que no sean la que creó la cuenta pueda tener acceso", apuntó Kirschenbaum. "Hemos comprobado esto, por ejemplo, con hombres y mujeres que murieron en el extranjero, cuando la familia y parientes más cercanos han intentado acceder a sus cuentas de correo electrónico. No siempre ha sido posible, y en algunos casos han ido a los tribunales. Así que, ya puedes imaginarte la clase de obstáculos académicos y archivistas a los que enfrentarse."

Este problema está empeorando. A diferencia de los primeros días de la Internet, cuando la gente creaba páginas autónomas, web individuales para sí mismos, cada vez más información personal está terminando en manos de las plataformas de propiedad de empresas intermediarias, como Facebook o MySpace.

No sólo que la información la posean esas empresas, y que un muro de contraseñas impida a la gente ver las páginas de Facebook, sino que también impide que las organizaciones como Internet Archive puedan grabar las páginas, continuó Unsworth.

"Las empresas están consideradas legalmente como personas, según la ley en EE.UU., y tienen los mismos derechos, incluidos el de privacidad", agregó. "Es tremendamente difícil superar eso, y persistir lo suficiente como para pasar de las restricciones a la privacidad. «Si Jesús hubiese tenido un abogado muy bueno, nunca hubiéramos oído hablar de él.»"

Para evitar este problema, la gente puede escribir una nota explícita, de forma que garantice la liberación de su correo electrónico tras su fallecimiento. O, mejor aún para los historiadores, descargar todo su e-correo en el disco duro, y a partir de ese momento los correos electrónicos ya no estarán bajo las restricciones corporativas, señaló Unsworth.

Pero aunque una gran parte de los documentos históricos del futuro permanezcan encerrados en los sótanos de las empresas, esto no es un problema nuevo para los historiadores. Desde la pérdida de idiomas a los textos irremisiblemente perdidos, la compilación de una narración desde una información parcial ha formado parte del escribir la historia desde el antiguo historiador griego Herodoto, y el problema es que lo seguirá siendo en el futuro.

"El registro cultural es siempre parcial. La causa para cambiarlo es que faltan cosas, pero es que siempre faltarán cosas.

0 comentarios: