viernes, 26 de febrero de 2010

Valores que no valen

Mucho se habla en estas épocas de la compasión, la cooperación, la ayuda, la solidaridad o la compresión, vivimos en un mundo donde estos valores son necesarios y más aun cuando pasan aquellas trágicas situaciones como Haití o mas cerca en el valle de Chalco. El punto es que si bien estos valores son validos y necesarios en realidad nadie los quiere.

Cuando se trata de ayudar, de compadecer, de ser solidarios con el otro no existe el mas mínimo problema pero, cuando se trata de que sean solidarios con nosotros, que se nos compadezca o se nos ayude no es precisamente gratitud el sentimiento que llena nuestro cuerpo; la vergüenza, enojo u orgullo herido son emociones que nos invaden cuando somos nosotros quienes nos vemos en la necesidad de tan nobles actos.

Pero, por qué pasa esto, ¿es a caso que dichos valores son una expresión de poder por parte de quien los hace lo cual transforma al ayudado en el invalido lastimoso que nadie quiere ser?; pensemos en el hecho de que vivimos en un mundo de triunfadores, voltea al rededor tuyo y veras enormes pancartas que anuncian un algo (lo que sea) que te hará un(a) ganador(a), entre ellos claro los emotivos comerciales de children`s international donde puedes apoyar económicamente a un niño de las zonas mas marginadas del país, pero ninguno te ubica en una realidad completamente palpable: te sientes ancios@, sol@, cansad@, hart@; se te ha obligado a vivir en el modelo del fuerte, del invencible, del ejemplo, vives en un mundo que a nadie le gusta y la sensación de que puedes hacer algo pero por alguna razón no lo haces te hace sentir peor.

El enojo desbocado que se vive en estos tiempos se expresa de mil maneras: con humor melancólico o cruel, con insensibilidad o diferencia, con sarcasmos; vivimos a la defensiva en un mundo de fuertes donde el débil perece (psicológicamente hablando) así, cuando en un mundo de fuertes y ganadores si alguien fracasa será el punto de atención: el ejemplo de lo que no se debe hacer, lo que se excluye; no conozco a alguien sinceramente indiferente al aprecio y la aprobación y estoy seguro que jamás lo o la conoceré.

En un principio las sociedades se crearon como una respuesta al medio natural, para defenderse de los predadores; con el tiempo se hicieron complejas y moldearon ciertas necesidades exclusivamente humanas: el amor, odio, erotismo, la tristeza, alegría, la pasión, la contemplación o la recreación, y, la aceptación claro es tan necesaria como cada una de las demás condiciones de nuestra existencia humana, así, ser excluido de un grupo social (lo aceptes o no) jamás es grato, y ser incluido bajo ciertos valores que te colocan en el peldaño mas bajo del grupo tampoco es grato, dichos peldaños sociales dependen de un complejo sistema socio-cultural que hacen de una actividad un valor (virtud) o un vicio.

Y viene la pregunta obligada: ¿pero, no se supone que existen los valores universales? y la respuesta es: ¡oh, pero claro que existen! la cuestión es que no los queremos, los valores tienen un existencia objetivamente valida y suficiente pero subjetivamente clasista, a saber: que a sólo los de cierta clase se les ayuda y como son las clases pobres y los pobres son feos, barbaros y huelen feo, yo no quiero que se me ayude porque eso significaría que soy como esa masa amorfa y homogénea.

Hasta aquí suena medio fatal lo que he venido exponiendo pero el punto central de esta ñoña reflexión es hablar de un valor cuya existencia justifica, soporta y fomenta muchos otros valores y emociones, un valor o virtud que tiene sus bases en lo mas profundo del alma humana y tal vez es por eso que es tan difícil sacarla a flote y hacer de ese cacharro un lindo barcote; podemos aceptar que tenemos broncas, que nos equivocamos o que perdimos el camino, que fuimos crueles y desalmados, pero al final decimos: lo arreglaré, de una u otra manera pero lo arreglaré, nos mentimos a nosotros mismos diciendo que ya qué importa mirar atrás, pero es un atrás que no olvidamos y que no lo hacemos, no olvidamos porque el fracaso duele, caemos después en un interés neurótico tratando de atar todos los cabos para asegurarnos dónde estuvo la equivocación; y es aquí que entra al juego aquel valor del que se supone trata toda esta letanía: La humildad, la capacidad de reconocerse como ser humano, como una criatura inacabada que busca su perfección (aunque a veces no lo parezca), reconocerse significa saberse algo capaz o algo inútil para hacer algo; nadie puede perdonarse si no es humilde, se creerá perfect@ o lo suficiente para martirizarse por sus errores, buscará además errores en los demás y cada vez que cometa un error sentirá que a traicionado algo de si, se sentirá señalad@, acusad@ o atacad@, Ser humilde significa saberse en al camino sea este el correcto o no.

Todo valor pierde sentido cuando se nos ha olvidado que aun se aprende; el ensayo y error es por mucho la mejor pedagogía.

PS, imagina que cuando se escribió esto estaba frente a un lindo cristal y la luz estaba detrás de mí.

La siguiente entrada se titulará: todos somos católicos

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