sábado, 21 de noviembre de 2009

La casa...

La carrera no era en vano. corrió, corrió tanto como sus pies dieron, se sentía abandonado, molesto, se sentía cansado y roto, como si una parte de su corazón faltara; la casa frente a él era el lugar donde había nacido, donde creció, fue el lugar del que salió, de donde venia cuando escuchó la platica de los ancianos, ese cuarto ahora roto y sin vida alguna vez fue su hogar, su espacio seguro y tranquilo, si hubiera permanecido ahí no sentiría el dolor que ahora lo agobiaba.
Recordaba los corrales, los bebederos y a pesar del tiempo aún permanecía en el centro del cuarto una pila de piedras que en algún momento sostuvieron la leña para la lumbre.
Permaneció en la entrada de las ruinas, miraba cada rincón, cada pequeño espacio era estudiado por sus ojos pero no por su corazón, miraba todo y nada a la vez, tenia pequeños y difusos recuerdos que dolían, recuerdos que le decían que no debió salir de ahí, que se hubiera evitado tanto dolor.
Poco a poco se calmó, las lagrimas retrocedieron y el cansancio iba ganando espacio en su cuerpo, se dejó caer lentamente sobre el resquicio de la puerta; aún no se permitía entrar, sentía que si pasaba sin pedir permiso la casa lo rechazaría, que le diría que no fue la casa quien se fue. Terminó durmiendo con frió y afuera, en el sueño se formó una imagen, una imagen de él viviendo en el viejo lugar que antes lo había cobijado, se le antojó deliciosa la idea, seria mas fácil permanecer ahí, correr de regreso de repente ya no era tan buena idea; poco a poco el sueño se fue haciendo más profundo, más placentero, en su cabeza los planes de reconstrucción eran simples, concretos y llenos de utilidad, seria sencillo poner el pedazo de techo, juntar lodo y paja para los hoyos en la pared, sabia hacer adobe, el anciano, no, alguien en el pasado le había enseñado a hacerlo, sabia hacer tantas cosas ahora, ya no era invalido como cuando niño, si, es cierto, ya no era más un niño, había crecido y así el sueño tomaba cada vez más forma, se hacia seriamente una meta.
Cuando despertó ya era de día y al lanzar una mirada hacia el interior del desgastado cuarto éste ya no le pareció tan feo, le hacían falta unos detalles aquí y otros problemas no tan pequeños por allá pero a fin de cuentas podía resolverlos y así fue, puso manos a la obra y poco a poco fue encontrando lo que necesitaba para arreglar su refugio. En realidad mejoró bastante el lugar, al termino de unos meses ya no se parecía en nada la pocilga que encontrara.
Puso un techo mas fuerte con troncos bien secos atravesados de una pared a otra, puso sobre ellos adobe con mucha paja, a las paredes hizoles intentos de ventanas, mas de una vez pasó frio y es que se le calleron las paredes por hacer ventanas sin marcos, sólo hoyos en el adobe. Amplió mas los bebederos y vendió leña para comprar un par de borregos, puso un techo a los corrales y un cercado de troncos que rodeaba toda la casa y el jardín, se empeñó mucho en la cerca y es que al final hacerlo todo solo cuesta mucho.
En los pequeños ratos libres que se permitía tomaba un pequeño pedazo de tronco, agarraba su cuchillo y se sentaba junto a los corrales; tirado ahí intentaba siempre hacer un trompo, le habían sobrado muchos clavos o mas bien muchos clavos estaban doblados porque no sabia usar el martillo y por alguna razón conservaba los pedazos de metal; cada vez que intentaba hacer el juguete fracasaba, esta vez no seria la excepción, una tajada por aquí y poco a poco hacemos la curva de arriba, ahora nos recorremos a la izquierda, metido en su intento de trompo pasó horas sentado, -esta madera es blanda- pensó- pero si fuera muy dura capaz que la quiebro.
Suspiró y volteó a su alrededor, vio su casa, sus animales, la cerca.
Veía un lugar que lo satisfacía, pero no vio a nadie, por qué se había ido de aquí en primer lugar, antes no sabia hacer nada pero alguien le hubiera enseñado de todos modos, por qué se fue tan lejos, por qué.
Y entonces se puso de pie y miró mas lejos, mas allá de la cerca, y no vio a nadie, hace mucho que platicó con alguien, hacia mucho que ignoraba a la tierra, los arboles y el fuego; y un sentimiento de nostalgia lo asaltó, exigía su paz y tranquilidad pero sobre todo, dicho sentimiento, extinguía la sensación de seguridad y pacibidad.
Como hacia mucho tiempo algo dentro de él empezaba a arder, apretó fuerte el pedazo de madera que tenia en la mano y clavó el cuchillo en un poste que sostenía el techo del corral y empezó a andar lento, hacia afuera, hacia algún lugar y cuando iba a saltar la cerca se detuvo y recordó que no era la única vez que se iba; cuando niño, cuando le dio frió, cuando sintió hambre cuando volteó y no vio a nadie corrió y llegó ante unos ancianos y uno de ellos, tan dispuesto como el mismo niño, lo invitó a quedarse con él; cuando el anciano hubo de regresar a la tierra una vez mas corrió; con lentitud bajó el pie de la cerca, puso el pedazo de madera sobre uno de los postes y se recargó en él.
Si iba a buscar algo esta vez estaría seguro de no ir con las manos vacías ni abandonar el lugar de donde viene, tenia que regresar, saber qué fue del lugar donde aprendió a hacer y mas allá, tenia que saber qué era del lugar donde tenia el espacio de ser quien quería ser, donde aprendió la paciencia de un anciano, paciencia que más de una vez tuvo para con el mismo anciano, donde mintió y nadie le reclamó por eso, donde dijo la verdad y se aceptó, donde su palabra valía tuviera ésta la intención que fuera, también fue un lugar donde se malcrió y un lugar al que esperaba regresar y no encontrar el reclamo que sintió cuando regresó aquí, ojalá que aquella casa no se sintiera abandonada o traicionada, pero éste "ojala" parecía muy débil, aun así valía la pena regresar allá.
Pero antes de ir a la casa tenia que visitar al anciano, nunca se permitió reprocharle su partida y así también se avergonzaba por darle las gracias por todo lo que le había enseñado o aceptar el agradecimiento del anciano cuando el niño fue el instructor, al final, en la vida, los dos sabían lo mismo, el niño y el anciano son siempre brazos del mismo cuerpo.
Preparó sus cosas y salió al otro día temprano, con sus animales, no sabia cuanto tiempo iba a partir así que decidió llevarlos consigo.
Y así caminó, al cabo de un par de horas llegaría al crucero por el que siempre iba a la derecha porque a la izquierda el camino llegaba a su antiguo hogar, hoy caminaría hacia la izquierda; caminaba nervioso, casi con miedo pero no se detuvo, antes de llegar vio un grupo de ancianos hablando y se acercó, lo invitaron a sentarse y así lo hizo, escuchó la platica y uno de los ancianos preguntó: ¿y dónde encontramos la vida?
El chico se puso feliz...
continuará

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